El lugar que era mi espacio

Y llego al final, para mostrar el que ERA mi espacio, al final todo lo que esta aquí pronto va a desaparecer, creo que muchas cosas son de otras épocas, por eso no hice un tour de detalles ni hice zoom a un área en particular.

Así se va a quedar el día que de la media vuelta y me vaya. Lo que esta aquí son recuerdos. Mi espacio, el nuevo, soy yo mismo y lo que me llevo es una habitación blanca, lista para decorarse con las cosas que me encuentre en el camino.

Como los recuerdos de las hojas al caer

Recuerdo que era una mañana como todas las mañanas de Guadalajara,
Tranquila, llena de ese aire de pueblo grande donde nunca pasa nada.

Pero en mi ya pasan muchas cosas, en el exterior soy ese Tapatío que va por ahí,
armónico a su ciudad y su entorno; Veo la calle que va a terminar
en «La Calzada (Independencia)», el sol radiante de la mañana,
ese que tiene un color dorado que siempre vence al azul claro de los últimos momentos de la noche;
Y ahí por el camino, paso frente a un árbol que podría parecer común, que tal vez lo sea,
pero en el justo momento que estoy frente a el una hojita chiquita y verde cae balanceandose,
caprichosa al viento, disfrutando su descenso. Y al final va a posarse en la madre tierra,
junto a sus compañeras, esperando morir, no espera, esperando trascender.

Y justo ahí al momento de la caída, recuerdo al Chilango, su olor a garnachas, su velocidad, sus laberintos llenos de magia y misterio, sus abrazos, el frio, los amigos, el karaoke, las lágrimas, las despedidas, las promesas, Paseo de la reforma, los besos en el claro y en lo obscuro.

Unos instantes después sigo mi camino y entiendo muy alegremente que el Chilango interior esta creciendo y que ahora camina por las calles de Guadalajara….

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Pasó el día de hoy, o el de ayer, o el día menos esperado.. sucedió tan rápido, en fracciones de segundo…. Simplemente te olvidé, simplemente estoy muerto.

Todas las películas hablaban de las mismas insinuaciones que te hacia mientras acariciaba sutilmente tu pierna; El olor a perfume de tiangus que solías usar por aquellos días, el sabor a mantequilla en mis dedos y el sonido descompasado del metraje ocultando los latidos de mi corazón que ya habían viajado a lujuriosos finales, ahí entre tus piernas.

Y un buen día de aquellos dijiste «pues va» y dejamos entonces aquel cine y las historias felices. Cambiamos los sueños y los hicimos retos, ahora vemos películas en una pantalla de plasma gigante y en 3D. Así como la vida misma. Ahora vemos el cielo desde el balcón y todo lo material que tenemos es más de lo que pudimos soñar en varías vidas, en varías películas.

Hoy debido a los caprichos de un sindicato de electricistas inconformes tuve que desviarme. La señal de alto de un semáforo viejo, una paloma al vuelo y ahí enmedio de la calle y sus baches un galeón fantasma, su bandera roída intentaba decir «Cine Azteca». También había un niño flacucho y moreno de 19 años sonriendome mientras el aire me acercaba tu olor a perfume barato y mi mano derecha buscaba inútilmente tu pierna….

Uno de aquellos viejos días

Te conocí en la entrada de aquel antro. Ahí todos hacen fila, hasta creo que es algo absurdo, al final todos entran, desde las jotitas más feas hasta los que dicen que terminaron aquí para cambiar de ambientes. Y es cierto, a veces es bueno dejar el Californias y el Black Cherry…
Te vi inmediatamente, tu resaltabas entre tanta excentricidad propia de las Quimeras, tan llenas ellas de lentejuela y glamour, tan poquito de humanos. Tu vestias un pantalón muy formal, café obscuro, de corte recto y perfectamente liso, sin arruga alguna; Tus zapatos, negros, perfectamente limpios. Tu trasero perfectamente redondo, en proporciones correctas hacia el complemento perfecto.  La camisa blanca, impecable, dejaba ver tu espalda ancha y perfectamente marcada. Tu pelo era largo, pero parecía ondular a los caprichos de tus sutiles movimientos de cabeza.
Suspiré profundamente cuando te perdiste en la puerta, parecía que había estado soñando. Había olvidado sacar el paraguas que traía, y no fue hasta que tu partida y las gotas de agua fría que caían sobre mi cara, que me di cuanta que comenzaba a llover.
Me gusta ver llover, disfruto mucho ver como las milles de gotitas van a estrellarse y morir al duro piso. Tal vez soy masoquista, disfruto el dolor. Tal vez solo contemplo las pequeñas cosas de la vida. Y fue el hecho de permitirme esos pequeños excesos de grandes gozos lo que me hizo fijar mi mirada en un pequeño charco en el piso, a la luz amarilla de la farola pude ver un pequeño objeto metálico. Me agache con presteza y lo tomé sin siquiera verlo, al tacto fue frío  y rígido. Con excitación lo presione fuertemente y desee que fuera tuyo, esa emoción me hizo abrir  frenéticamente la mano, y ahí ante mi, pude ver un anillo de plata, sencillo, sin inscripción alguna. Un sin fin de teorías me comenzaron a invadir, todas tan contradictorias que no lograba decantarme por alguna.
La mano del tipo musculoso que estaba en la puerta me saco del trance. De mala gana me pregunto si iba a entrar o no y solo logré asentir con la cabeza, caminando en automático mientras seguía viendo el anillo. Tras un par de revisiones de rutina, me dejé invadir por la música del lugar, la cual alimentaba a las teorías mas románticas y aventureras.
Juro que te busqué, no se como, ni cuanto, pero en cada rincón del mundo te busque. Y me perdí en la búsqueda, me perdí a mi mismo, pero jamás perdí la esencia, solo la forma, lo que los seres humanos llaman burdamente el cuerpo. Ese que las quimeras cuidan tanto. Lo llene de excesos, de aberraciones, también aberraciones cromáticas, de toda clase. Cerré puertas, abrí ventanas, crucé en la obscuridad de la noche, llena de lentejuelas artificiales, de todo lo efímero que la publicidad te vende como eterno.
Después me veo en una tierra de cadáveres, los que no sobrevivimos a la fiesta y al exceso, aquellos soldados olvidados por los líderes. Aquellos que conocieron el éden del placer, del amor, de la victoria nos han dejado atrás.
En un reflejo de lucidez repentino salte para incorporarme al darme cuenta que frente a mi yacía un objeto metálico, parecía ser un anillo de plata, uno sin ningún adorno. Uno que podría brillar hermoso a la luz de las farolas de las noches lluviosas.
El deseo fue más rápido que mi cuerpo, que se convirtió en al similar a un spaguetti derramándose en el  suelo. Con gran estrépito caí. Un dolor punzante invadió mi mano y me hizo gritar fuertemente. Como pude, tomé el anillo que ahora era una deliciosa fusión visual de plata y carmesí. Me incorporé y extraje un pequeño pedazo de cristal color ambar de mi mano, la sangre parecía haber encontrado por fin la libertad deseada.
Busqué en el bolsillo de mi camisa un pañuelo para detener el río de sangre. Lo único que encontré fue una tarjeta, promocionaba un lugar muy bueno para ir de after, en un gesto de furia repentino, presione la tarjeta, pero me detuve, la giré y atrás estaba escrito un número de teléfono, la caligrafía era perfecta, impecable, fue escrito con cuidado, con deseo de dar.
Abajo del número de teléfono había escrito un nombre, el cual leí en voz fuerte, claro, a manera de conjuro. El nombre decía ALBERTO. Y un instante después, de la misma manera  que el anillo de plata, también era de color carmesí….

Our time is running out

Running in circles

Cuando se habla de reinventarse, la primer idea que se me viene a la mente es la de un tipo corriendo freneticamente en círculos, o mejor dicho en un gran circuito. Y no hablo de un tipo con expresión perdida y lastimera, no, hablo de alguien que disfruta cada momento del recorrido, el inicio, la parte intermedia,los «ya merito llego», los «aún falta».

Reinventarse es vivir el proceso de «El hoy es el para siempre», el de la despedida del hoy, la evaluación post mortem y de la firme esperanza en la resurrección de los días. Reinventarse es disfrutar lo que se es, lo que se vive y aprender lo mejor de cada día. Sin arrepentimientos.

Reinventarse tampoco va de destruir el mundo y construir uno nuevo, esa idea ya se fue de mi mente hace algunos años. No quiero ser otro, quiero ser yo mismo el que cada día encuentre un detalle nuevo en la vida, uno que añadido a lo que ya vivo haga mi vida, un pelin diferente, mejor, a veces peor por que no, por que si se vale, pero siempre conservar ese perpetuo estado de movimiento, ese donde siempre esta pasando algo.

Soy yo

Es curioso tener que definirse en base a las propias convicciones, a lo que uno cree de si mismo, a ese yo realmente aislado del entorno. Siempre he creído que la concepción del ser humano esta relacionada de manera indivisible con el entorno en que este se desarrollo. Y de ahí baso mi concepción del «yo soy».

Recuerdo mucho el episodio de Evangelion, el final, si ese que a nadie le gustó por que todo mundo quería cosas épicas y apocalípticas. Ahí, en ese último episodio nos muestran a un ser humano en su limbo blanco, y poco a poco se va dibujando su entorno, el piso, y ahora tienes piso y por ello tienes unas piernas para caminar, luego un cielo, y sabes que es alto y que es bajo. Así vamos avanzando hasta llegar a los más mínimos detalles del universo que dan sentido a cada situación del comportamiento humano.

Así y basado en esta idea, podría decir que yo soy el viento húmedo, aquel que esta empapado de agua. Aquel viento que lleva el agua en forma de lluvia, de tormenta a todos los lugares. Ambos elementos son cambio, y así es como me defino, soy un cambio constante, me adapto, me agrando, me achico, voy de prisa, voy depacio, soy frescura, soy furia, tempestad, calma.

Soy un león de trapo que busca un corazón, no soy de hojalata, soy de trapo pero aún así quiero un corazón. Uno que por un momento me detenga, y uno que después de ese lapso me lleve a buscar más.

Soy un tipo que en el fondo siempre emprende cosas nuevas, se une a blogs invitados, postea tarde, luego postea a tiempo.. y luego.. nadie sabe. Hoy es hoy, y solo hoy se quien soy, mañana posiblemente sea alguien distinto….

PS: Y si la pregunta quedó aún sin responder, entonces puedo decir que al buen entendedor pocas palabras (eso o que estoy bien pendejo para escribir).

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