Estuve estudiando en colegios católicos durante 10 años de mi tierna infancia. Es por ello, y por mis fantásticos padres y entre otras cosas que creo que reafirmé muchos de mis valores.
(No nos metamos en complicaciones, las religiones son bonitas muletas morales, pero no profeso ninguna, ni creo en ningún dogma)
En algún momento de mi vida si sentí esa espinita por irme de monja, ser misionera, conocer África, ayudar gente…
Fue cuando escuché el concepto de «vocación» por primera vez, el «llamado» a hacer lo que te naciera, y que sería algo que harías con ganas, pues vendría natural.
Al pasar del tiempo, decidí que ser misionera no era mi vocación, la maestra de Literatura de segundo año de la secundaria me inspiró, y siento que le debo mucho. Decidí, tras una lección bastante larga sobre el Quijote de la Mancha, que quería ser escritora. Siempre he disfrutado mucho escribir.
Luego vino la prepa, puro desmadre, mi etapa darketa, puras decepciones, confrontaciones con el «realismo mágico»… decidí que necesitaba un trabajo de verdad, que muchos de los escritores que admiro son otra cosa, tienen otra profesión, que hay que sostenerse con algo más, porque a menos que seas muy constante, y termines siendo increíblemente exitoso, no puedes sobrevivir siendo sólo un escritor.
En clases de Orientación Vocacional nos hablaron de medicina, de derecho, de ingenierías…
Pero yo… soy una persona de letras, no de números, y adoro los libros. Fue entonces cuando, investigando por mi cuenta, me topé con una carrera abandonada: Lic. en Bibliotecología e Información. Apliqué. Entré, por supuesto. Hicimos examen directo 20 personas, y nos encajaron a 50 y tantos chicos de «reacomodo», que quedaron a un pelo de sus carreras de elección, y no lo lograron.
La UASLP les dice que si entran de reacomodo (entonces era Biblio o Agronomía) segurito la próxima entrarían a su elección.
Lo único es que el primer año lo tomé para enamorarme de mi carrera. Era exactamente lo que estaba buscando. También fue un año de sentarme hasta adelante, y tomar notas obsesivamente, porque a los de reacomodo no les interesaba en lo más mínimo y no dejaban escuchar.
Claro que una de las maestras que ahora es una eminencia (y hay muchos casos) llegó de reacomodo rechazada de Estomatología, y se enamoró de la profesión.
Yo le veía muchísimo futuro a mi carrera; trabajar con INFORMACIÓN neta me fascinaba, las posibilidades son infinitas. No se trata sólo de trabajar con libros en bibliotecas, me estresaba cuando nos empezaban a hablar de como las «Nuevas Tecnologías de la Información» podrían darle un vuelco a la profesión, y la mayoría de mis compañeros no sólo no se inmutaban, sino que no sabían encender la computadora. Es algo que adoro. Computadoras. Y libros. E información. Y organizar cosas obsesivamente, aunque en mi vida personal soy un caos (añado la foto de mi escritorio en este momento para que se den una idea)
Los bibliotecarios somos como los ninjas… somos amos de todo, maestros de nada. Nuestro trabajo es saber un poquito de todo, pues tenemos que organizar toda suerte de información que llegue a caer en nuestras manos. Estar aprendiendo constantemente.
Tras una serie de circunstancias MUY duras (las cuales ya conoce Kurazaybo, y les platicaré en otra ocasión si les interesa) me tomó trabajar en un lugar donde mi empleadora me hacía miserable y luego me desechó como basura (si, el bendito Tec de Mty) y tres años para titularme.
Estaba toda oronda y contenta. ¡Al fin era una Licenciada, una Bibliotecaria titulada y con permiso para organizar información en donde me llevara el viento!
Terminé haciendo el trabajo que la mayoría de mis colegas mediocres quieren, y que no me hace muy feliz.
Sólo en 5 estados de la república existen escuelas para estudiar la carrera, yo estaba lista para migrar a donde requirieran mis servicios.
Las aspiraciones de mis colegas son, por lo general, agarrar una plaza en la misma UASLP para no irse lejos de casa, ¡qué miedo! Pese a que los salarios son miserables y los puestos muy disputados.
Un año de desempleo me forzó a tomar el empleo que tengo ahora.
El trabajo podría disfrutarlo y ser bueno; es mi «superior» lo que lo hace miserable. Es compañero de graduación. Terminó porque, pues tenía que terminar algo, lo que fuera. No está titulado. Y no me pregunten cómo consiguió el puesto…
Y no tiene vocación. El otro día tuvimos problemas porque decía que los libros en la bodega deberíamos venderlos por kilo a la cartonera. Y le expliqué las reglas de Ranganathan, a todo libro su lector, y a cada lector su libro. No se inmutó. Le dije que debíamos esforzarnos por hacer llegar ese material a alguien que lo necesitara, que era nuestro deber.
Así que lo terminé haciendo yo todo, como siempre.
No me malinterpreten, no le tengo miedo al trabajo duro, trabajo desde los 16 años, empecé cerilleando. Y soy algo workahólica.
Lo que detesto, es la gente que no respeta su profesión. Y peor, la gente que se dedica a un trabajo, sin vocación. Mi santa abuela decía, que «a fuerzas ni los zapatos entran.»
No lo sé. Espero que las cosas mejoren. Por el momento, tengo MÁS Y MÁS trabajo que me pone mi patrón, porque él no puede/quiere hacer.
Lamento no ser constante, no tengo mucho tiempo ni ganas para escribir. Sorry for the tl;dr.